Al fondo la silueta de las torres de metal, en primer plano florece la naturaleza, arriba el cielo con nubes y observo, a veces escucho y contemplo esta maravilla, solo a veces. Es una combinación llena de polaridad, como mezclar esperanza y pesimismo. Uno existe gracias al otro, estoy seguro que valoro un poco más aquello que me empezó a faltar. El contraste del opuesto hace aparecer aquello que no estaba. Aprecio la luz cuando me sumerjo en la oscuridad. Aprecio la flor cuando me rodea el metal. Quiero estar en presente cuando ya estoy estresado con más de 70.000 pensamientos, ansioso por algo que no sucede cuando lo necesito.
Sublime creación que invita a la rendición, todo sirve y me empeño en colocar positivos y negativos al lado de las etiquetas que me ayudan a entender el mundo. En lugar de escuchar y sentir primero enjuicio y a veces me paso. Esto es malo, aquello es bueno. Me olvido que el metal nos hizo evolucionar, me ayuda a saber lo que pesa y la flor, ¡ah! La flor me recuerda que la belleza nace de la tierra si la cuidas, la riegas, si permites que el entorno sea lo que necesita para manifestarse sin miedo.
Somos naturaleza, parte de ella, estamos hechos del mismo material que las estrellas, convivimos con los opuestos, vivimos gracias a ellos. Pensamos y sentimos, la mente quiere controlar y el corazón sentir sensacionalmente, están en el mismo cuerpo. Los opuestos conviven en la misma vida.
Creamos con el metal, combinamos artificialmente los elementos, obviamos sus mensajes, queremos dominar incluso los procesos naturales hasta el punto de que el artificio y la naturaleza se confunden. Así elegimos florecer. Somos la interacción de varios elementos, algunas fuerzas opuestas y un montón de contradicciones. Os propongo aceptar esto en lugar de encarcelar lo que hemos etiquetado como negativo, aprendamos de ello y escuchemos lo que viene a decirnos, por que hay metal detrás de la flor, aunque sea en el horizonte debajo del cielo.